TyC Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época, Núm. 60, e214, julio - diciembre 2024. ISSN 2346-8971
Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Historia

Reseñas

Facundo Lafit (2022). Vientos de Libertad. El liberalismo hispánico y la cultura política en el proceso revolucionario rioplatense (1801-1814). La Plata: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de La Plata), colección “Identidades rioplatenses”, vol. 1.

Alejandra Mailhe

Universidad Nacional de La Plata / CONICET, Argentina
Cita sugerida: Mailhe, A. (2024). [Revisión del libro Vientos de Libertad. El liberalismo hispánico y la cultura política en el proceso revolucionario rioplatense (1801-1814) por F. Lafit]. Trabajos y Comunicaciones, 60, e214. https://doi.org/10.24215/23468971e214

Reelaborado a partir de una tesis doctoral en historia (defendida en la Universidad Nacional de La Plata), el libro Vientos de libertad, de Facundo Lafit, aborda la cultura política en el Río de la Plata, durante el proceso revolucionario desplegado a inicios del siglo XIX, atendiendo a la adopción de ideas modernas por parte de la elite intelectual, incluida la difusión del liberalismo español en América, y la radicalización de algunos letrados criollos, que se acercan al modelo revolucionario de cortes francés.

Transmitiendo una comprensión política madura, capaz de convertir ese objeto de estudio del pasado en una coyuntura presentizada en toda su complejidad, Lafit sostiene una tensión narrativa potente, incluso para abordar algunos tramos más conocidos de ese proceso histórico (como las Invasiones Inglesas o la Semana de Mayo), al tiempo que alcanza una profundidad analítica notable cuando considera en detalle algunos discursos de la época.

Ese último efecto proviene, sobre todo, de la concepción –implícita en el libro– de una lucha entre voces agonales, por la imposición de un sentido hegemónico, que se recrea permanentemente en la historia. Desde esta perspectiva teórica, Lafit desarticula la idea de una teleología que desemboca en la independencia como resultado “natural” del desenvolvimiento histórico. Deteniéndose en una escala de meses o incluso de días –especialmente en los momentos más candentes del proceso revolucionario–, atiende a las diversas posiciones disidentes y/o antagónicas, que debaten entre sí qué hacer a partir de la vacatio regis (es decir, del vacío político generado por las llamadas “abdicaciones de Bayona”, resultado de la invasión napoleónica en España).

Un excelente ejemplo del esfuerzo del autor, por recrear las polémicas en la sincronía, se percibe en el estudio de la Gazeta de Montevideo, una fuente poco considerada por la historiografía previa y clave entre los lealistas montevideanos, en contraste con respecto a las posiciones más radicales de Buenos Aires. En el capítulo final del libro, Lafit indaga en torno a esta confrontación, aunque también atiende a los matices que impiden concebir los discursos como encarnaciones de ideas monolíticas, para concluir que ni Montevideo es un bastión reaccionario, ni Buenos Aires está dominado totalmente por el republicanismo y el liberalismo, precisamente porque lo hegemónico es siempre transitorio, y está constantemente en disputa.

En otros tramos del libro, el autor aborda temas más estudiados por la historiografía previa (lo cual resulta inevitable, dado el carácter fundacional de la experiencia de Mayo); sin embargo, logra articular enfoques novedosos, integrar perspectivas y tomar distancia respecto de autores “centrales” en la tradición crítica, lo cual constituye otro mérito importante del libro, logrando un tono enunciativo muy parejo, capaz de interpelar tanto a especialistas como a un lectorado más amplio, en un equilibrio notable entre los discursos académico y de difusión.

Lafit cuestiona abiertamente la historiografía previa que subraya la influencia de los liberalismos francés y británico, en la elite de Mayo, y que subestima entonces el papel de la Ilustración y del liberalismo peninsulares; para el autor, esa subestimación redunda en una prolongación acrítica del antihispanismo, dominante en el pensamiento argentino desde la Generación de 1837 (y podría agregarse que esa perspectiva se prolonga hasta el progresismo de la década de 1920, volviéndose palpable en la obra de José Ingenieros, o de su discípulo Aníbal Ponce). De ahí el diálogo constante del autor con los estudios contemporáneos del hispano-francés Fançois-Xavier Guerra y de los argentinos Tulio Halperín Donghi, José Carlos Chiaramonte, Raúl Fradkin, Jorge Gelman, Esteban De Gori, Silvana Carozzi, Elías Pati, Noemí Goldman o Fabio Wasserman (quien dirigió la tesis doctoral que da lugar a este libro). Además, los tres últimos autores resultan claves para la historia conceptual que opera como marco teórico en los análisis de Lafit, válida para pensar los deslizamientos semánticos del vocabulario político que anida en proclamas, manifiestos, artículos y ensayos del período. Por ejemplo, en el capítulo III, el autor se aproxima a la perspectiva teórica inaugurada por Reinhart Koselleck, cuando aborda las transformaciones, en el alcance de los términos “nación”, “constitución”, “derechos” y “soberanía”, entre los partidarios de Carlota Joaquina de Borbón. En este sentido, un momento clave del libro es el análisis del juicio al carlotista James Paroissien, detenido en Montevideo: Lafit se centra en la declaración de Juan José Castelli en defensa del acusado, recreando las torsiones proyectadas sobre el término “independencia”, según las circunstancias del juicio (no aludiendo –supuestamente– a un corte de los lazos con la madre patria, sino a la sustracción de América, ante el peligro de la dominación francesa). Ese tipo de análisis hacen sistema con el que despliega el autor en la segunda parte del libro, cuando se detiene en los artículos publicados por Mariano Moreno en la Gazeta de Buenos Aires (entre noviembre y diciembre de 1810), para iluminar los desplazamientos teóricos que van desde la aceptación del pacto de sujeción, hasta el reclamo de un nuevo contrato social, basado en la soberanía popular, como parte de la lucha por la autonomía.

A los méritos ya señalados (ligados tanto al buen manejo de la tensión narrativa como a la claridad expositiva –alcanzando profundidad analítica, pero sin una erudición excesiva que podría entorpecer la fluidez de la lectura–), se suma la fuerza del objetivo principal de todo el trabajo, que apunta a devolverle, al proceso de la Independencia, la dimensión político-revolucionaria impulsada por sus figuras más radicalizadas, y que en parte habría sido perdida de vista en algunos textos de la historiografía argentina de las últimas décadas. De hecho, con sutileza, esta meta se deja entrever en las conclusiones del libro, cuando Lafit advierte que, a fines de los años noventa, un historiador como Luis Alberto Romero –en una nota aparecida en Clarín– cuestiona la idea de que la Revolución haya sido el resultado de la Ilustración francesa, y extrema este cuestionamiento al plantear que “quienes actuaron en 1810 no querían hacer una revolución, sino encontrar una respuesta rápida y práctica a un imprevisto suceso metropolitano: el derrumbe de la monarquía hispana”. Con estas palabras, Romero sugiere que lo que ocurre, en torno a la Independencia, es más bien una disputa oportunista ante el problema del vacío político. Todo el libro parece cuestionar indirectamente este tipo de afirmaciones, devolviéndole al objeto de estudio –y al propio oficio de la historiografía– una politicidad que en los años noventa tendió a ser apagada. En contra de afirmaciones como la de Romero, Lafit busca demostrar, por un lado, que el proyecto independentista sí es un hecho disruptivo muy significativo desde el punto de vista político (aunque no sea compartido por todo el bloque que desplaza a Baltasar Cisneros, creando la Junta Provisional), y que, además, al menos el ala más radical de la revolución sí se propone conquistar el derecho a la libertad, para el pueblo.

El primer capítulo del libro se centra en el surgimiento de la prensa periódica en el Río de la Plata, entre 1801 y 1807, buscando identificar la emergencia de elementos vinculados con la Ilustración; el segundo aborda el estallido de la crisis hispánica con la invasión napoleónica en la península, y el comienzo de la revolución española, atendiendo además al contexto rioplatense (marcado por las Invasiones Inglesas), mientras que el tercero se adentra en las discusiones de la elite letrada rioplatense, sobre qué hacer ante la crisis abierta por las abdicaciones de Bayona. A partir de allí, toda la segunda parte del libro, focalizada en los primeros años del proceso revolucionario en el Río de la Plata, se organiza en base a ejes temáticos y no en clave cronológica: en el capítulo IV, Lafit analiza algunos documentos del gobierno revolucionario, producidos por Moreno, que dan cuenta de la radicalización de sus ideas sobre la independencia; en el V, aborda algunos itinerarios y vínculos en torno a la convocatoria a asambleas constituyentes, y finalmente en el VI, considera los argumentos lealistas difundidos por la Gazeta de Montevideo, en disputa con los publicistas porteños.

Para el autor, Moreno, Castelli, Monteagudo y San Martín –entre otros– ven la revolución americana como parte de un proceso universal, que incluye la lucha de los liberales peninsulares contra el despotismo; por eso, cuando evalúan que España ha fracasado, confían en que la posta debe ser tomada por América (lo que explica el traslado de San Martín desde la península, para continuar la batalla en nuestro continente). Además, este tipo de figuras perciben constantemente las contradicciones de un liberalismo español que no está dispuesto a modificar realmente su relación asimétrica con América, a pesar de algunas declaraciones formales a favor de la igualdad.

Me interesa subrayar especialmente el modo en que Vientos de libertad aborda el problema del reconocimiento de los derechos indígenas, en diversos documentos del proceso revolucionario. Cabe recordar que las rebeliones andinas del pasado (principalmente las más recientes, de Tupac Amaru y de Tupac Katari en el siglo XVIII) pesan de modo diverso en el imaginario social de las elites americanas. En los sectores más conservadores, estas experiencias (junto con la más reciente emancipación de Haití) incentivan el temor a una rebelión popular; en cambio, entre los letrados independentistas (y más aún, entre quienes abrevan en tradiciones progresistas como el incaísmo de Chuquisaca), impulsan demandas crecientes en favor del reconocimiento de los indígenas. En este sentido, juega un papel importante el análisis de Lafit del Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII, un manuscrito que circula en Chuquisaca, atribuido a Bernardo de Monteagudo. Allí el antiguo Rey inca compara la invasión de Francia a España, con la conquista de América, advirtiendo que ambas están impulsadas por la codicia, y están marcadas por la violencia.

Lafit aborda otro jalón importante en esta pugna por el reconocimiento de los derechos indígenas, cuando analiza la proclama publicada por Castelli en castellano, quechua y aymara, para convocar a la elección de diputados indígenas, como representantes políticos legítimos, amén de detenerse en el acto organizado por Castelli en mayo de 1811, para celebrar –en las ruinas de Tiahuanaco– el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Allí Castelli anuncia la abolición del pago del tributo indígena, en un gesto claramente revolucionario, y en sintonía plena con el ideario morenista (que, por entonces, acaba de ser derrotado en Buenos Aires).

Este tipo de textos sientan las bases de una tradición discursiva (centrada en la demanda de inclusión simbólica y material de los indígenas) que muy rápidamente se volverá contrahegemónica en el espacio cultural argentino. En efecto, deslegitimadas las posiciones de Moreno, Castelli y Monteagudo, la reivindicación de lo indígena es acallada más o menos sistemáticamente en nuestra historia de las ideas, desde el Romanticismo local (que, en general, ahoga la emergencia de un discurso “indianista” comparable al de otros contextos americanos). Tal como he tratado de demostrar recientemente en En busca de la alteridad perdida (Bernal, UNQ, 2024) –explorando algunos discursos del marginal indigenismo argentino–, ese silencio se prolonga en pleno siglo XX, a tal punto que un autor progresista como José Ingenieros –en su Sociología argentina– celebra el proceso de emancipación como resultado de la Ilustración de las elites blancas y europeizadas de las ciudades del litoral, precisamente en contra de las tendencias “reaccionarias” de los indígenas y de los mestizos del interior (que, para Ingenieros, no pueden ser reconocidos como base de la identidad nacional). Explicar cómo y por qué se pierde esta línea (que lleva tempranamente a los letrados más radicales de la Revolución de Mayo, a reconocer a los indígenas como ciudadanos plenos) me parece una tarea clave para entender las raíces profundas del eurocentrismo argentino, tan persistente en el tiempo y tan visible cuando observamos el derrotero de las ideas sobre lo indígena en nuestro país.

En definitiva, Lafit reconstruye los debates en torno a la emancipación, prestando atención a las disputas por la imposición de un sentido hegemónico, y a los deslizamientos de sentido del vocabulario político, a tal punto que se puede aprehender, a cada paso, la incertidumbre frente a un proceso por entonces de consecuencias inciertas. En este sentido, Vientos de libertad es un buen ejemplo de compromiso académico, en los términos en que esta categoría es definida por Edward Said en Representaciones del intelectual, porque se presenta como un texto capaz de devolverle al pasado el espesor de las luchas ideológicas siempre renovadas, colocando la politicidad en el centro de la escena, sin por eso ser un libro “militante”.

Además, indirectamente, todo el despliegue analítico de Lafit permite también iluminar mejor nuestro presente. Precisamente hoy, cuando la ultraderecha busca imponer una simplificación del pasado que fija y tergiversa el sentido del vocabulario político (incluyendo términos tales como “libertad”, “revolución” y “héroes de la patria”), libros como el de Lafit –amén de sus méritos historiográficos intrínsecos– se convierten en una instancia clave tanto para defender la complejidad semántica de los discursos del pasado, como para recordarnos que la disputa por la hegemonía nunca se clausura. Ni antes ni ahora. Habrá que repensar entonces la Revolución de Mayo, tal como se recrea en este libro, para recuperar parte de su potencia emancipadora, y para definir nuestros discursos y prácticas en el presente, urgidos como estamos por defender las conquistas heredadas precisamente del proceso de Independencia, hoy en peligro.

Recepción: 28 Mayo 2024

Aprobación: 12 Junio 2024

Publicación: 18 Julio 2024



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