Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época, Nº 49, e076, enero-junio 2019. ISSN 2346-8971
Universidad Nacional de La Plata - Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Historia.

Dossier:
La mundialización de las memorias: sus recorridos en la Europa del Este

La mundialización de las memorias: sus recorridos en la Europa del Este

Patricia Flier

Centro de Investigaciones Socio Históricas - Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Lorena Cardona

CONICET - Centro de Investigaciones Socio Históricas - Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales – Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita sugerida: Flier, P. y Cardona, L. (2019). La mundialización de las memorias: sus recorridos en la Europa del Este. Trabajos y Comunicaciones (49), e076. https://doi.org/10.24215/23468971e076

Resumen: El siguiente texto contextualiza y reflexiona sobre la emergencia de las memorias a escala global, tomando como base cuatro casos nacionales situados en la Europa del Este (URSS, Polonia, Croacia y Rusia); a partir una mirada académica que entabla este dialogo desde la Argentina problematizando conceptos, acontecimientos, estrategias, trabajos de la memorias, emprendedores y sus disputas detonadas con el fin de la Unión Soviética y complejizada con los nuevos paradigmas históricos e institucionales de una Europa, ahora, unificada. Este análisis también considera a las memorias como un fenómeno general y global que recurre al pasado como protagonista dentro de un horizonte de futuro incierto y, por demás, complejo.

Palabras clave: Memorias, Europa del Este, Políticas de Memoria.

The globalization of memories: its routes in Eastern Europe

Abstract: The following text contextualizes and reflects on the emergence of memories on a global scale, based on four national cases located in Eastern Europe (USSR, Poland, Croatia and Russia); from an academic perspective that initiates this dialogue from Argentina problematizes concepts, events, strategies, works of the memories, entrepreneurs and their disputes detonated with the end of the Soviet Union and complex with the new historical and institutional paradigms of a Europe, now, unified. This analysis also considers the memories as a general and global phenomenon that resorts to the past as a protagonist within a horizon of uncertain and, moreover, complex future.

Keywords: Memories, Eastern Europe, Policies of Memory.

A imagen de algunos volcanes, la memoria incluso adormecida,
Puede volverse, una vez más, explosiva (Robin, 2012, p. 30)

Este dossier parte de la lectura del libro en italiano L’Europe e le suememorie. Politiche e culture del ricordo dopo il 1989 (2013), a cargo de los editores Filippo Focardi y Bruno Groppo.1 El libro aborda una amplia memoria europea, escrita desde la pluma de especialistas de reconocida trayectoria, analizando, bien sea casos nacionales: España, Italia, Alemania, Francia, Rusia, Polonia, Croacia; o bien, reflexionando sobre otros tópicos como los problemas identitarios, políticos, memoriales, institucionales y organizacionales de Europa. Sin embargo, la decisión editorial de elegir y traducir los capítulos sobre Europa Central y del Este obedece a razones de peso. Por un lado, la ausencia de textos en español sobre estos procesos memoriales; y por otro, el enriquecimiento historiográfico que estas experiencias aportan y problematizan al campo de los estudios de las memorias en nuestro país y en la región. Esta ausencia y problematización también responde a la centralidad de los casos de Europa occidental en los estudios de la memoria en Argentina y en América Latina, de los cuales se retomaron y extrajeron variables de análisis significativas para comprender los propios acontecimientos traumáticos.2 Esta lectura no se hizo de manera arbitraria, en tanto que los procesos de memoria y la reflexión intelectual en el Cono Sur, y en particular en Argentina, implosionaron en la década del 2000 (Flier y Kahan, 2018), en el mismo momento en que los procesos memoriales de Europa del Este entraron en la escena pública y se activaron en todos los planos.

Esta decisión editorial no sólo está acompañada por el enriquecimiento de los puntos de vista o por la complejización de un campo de estudio. La presencia de la memoria en Europa oriental integra un fenómeno generalizado, analizado por Henry Rousso (2015), de activación global de la memoria.

Este fenómeno toma forma según eventos históricos muy diferentes en cuanto a su naturaleza, su temporalidad o su espacio: los recuerdos obsesivos del nazismo en todas partes de Europa; las polémicas recurrentes sobre los efectos de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación japonesa en el Extremo Oriente; la larga memoria de la esclavitud en América del Norte o en Francia; la de la colonización en África; los agitados debates sobre la herencia de las dictaduras militares en América del Sur o las secuelas físicas y morales de las grandes masacres de masa en los cinco continentes. (Rousso, 2015, prf.1)

Este movimiento planetario, con sus especificidades y consignas, retorna y revaloriza el pasado. Un pasado que da respuesta a los intentos de olvidos, y a su vez, un pasado que se sustenta en la pérdida de confianza en el futuro. Como bien afirma Andreas Huyssen (2000; 2002), este giro hacia la memoria recibe el impulso subliminal del deseo de arraigarnos en un mundo caracterizado por una creciente inestabilidad del tiempo y por la fractura del espacio en el que vivimos o; como también indica Enzo Traverso (2007) es el producto del declive de la experiencia trasmitida en un mundo que ha perdido sus referencias, que ha sido desfigurado por la violencia y atomizado por un sistema social que borra las tradiciones y fragmenta las existencias. Justamente, esta pérdida de referentes o el “fin del principio de esperanza” y la “melancolía de las izquierdas” de las que habla Traverso (2018), se sustenta sobre el fin y caída de la Unión Soviética, que colapsa con el proyecto del comunismo, último bastión de esperanza y futuro del siglo XX. Nuestra intención en este dossier no es sólo poner en evidencia este acontecimiento histórico sino relevarlo como el disparador de un ciclo memorial en Europa oriental y la reflexión académica sobre este proceso.

Instalar una mirada sobre Europa del Este evoca varias imágenes: que van desde lo personal a lo colectivo. La ex Unión Soviética vista como un componente histórico sólido y avasallante, cuyo dominio se extendió no sólo temporal sino geográficamente. A esta imagen también se añade la idea de los monumentos, de las grandes estructuras, conducidos por líderes invencibles; personajes, ahora caídos en desgracia. Después de 1989 esta imagen se transformó en un continuo proceso de desmontaje; precisamente aquella monumentalidad: con líderes, partidos y estructuras empezó a ser desmantelada física y simbólicamente, y como por arte magia nació una imagen de una Europa unificada dentro de un mapa que borraba las frontera y que ocluía las diferentes experiencias y memorias.

Europa del Este, a finales de los años 80, propuso una imagen del comunismo sin mediaciones o matices; en ello, factores como el consenso, la colaboración o los beneficios del sistema fueron borrados, para edificar una imagen, en blanco y negro, donde el comunismo fue asumido como el portador de todos los males. Acompañando este proceso se recurrió a una iconoclasia que se caracterizó por

[Echar] abajo las estatuas, los monumentos, los emblemas. Se [mancilló] el zócalo de las efigies con grafitis injuriosos e irónicos, se organizaron manifestaciones de escarnio, se relegaron las estatuas, cuando no se las destruyó, en parque que son verdaderos “tachos de la Historia al aire libre” (Robin, 2012, p. 120)

Estas escenas, con sus consecuentes trabajos de memoria, señalan las muy diversas disputas memoriales, activadas al día siguiente de la caída del muro, que revelan los intento de olvido y los usos del pasado con lógicas antagónicas. Y que como toda memorias es política, polémica y sesgada; es decir“lo que para unos es reconocimiento para otros es omisión” (Judt, 2012, p. 1878).

La caída del Muro del Berlín y el fin de la Guerra Fría implicaron, para la mayoría de los países de Europa Central y del Este, la redefinición de sus sistemas políticos después de más de cuarenta años de regímenes comunistas bajo la órbita soviética. Esta modificación de regímenes políticos, como la introducción de la democracia, condujeron a la concepción del Estado nacional, para muchos vivida, por primera vez. Este nuevo escenario favoreció la emergencia de ideas y proyectos políticos en disputa, que se tramitaron tanto desde plano simbólico como desde el material. Retomando la idea del epígrafe, la memoria en Europa del Este, en apariencia adormecida, explotó después de 1989, junto con sus matices, demandas y desgracias.

No hay duda, que la caída del Muro de Berlín, representó un parteaguas y un elemento de formidable aceleración para el ‘redescubrimiento de la memoria’ que encontró uno de sus teatros de acción privilegiados justo en Europa. El fin de la Guerra Fría y el reordenamiento del orden europeo se tradujeron en una lucha por la redefinición de las coordenadas de la memoria pública e institucional que involucró tanto a los países de la Europa occidental como a los de la Europa oriental. (Groppo y Focardi, 2013, p. 8)

La imagen de una Europa unificada también trajo a colación diferentes memorias trágicas, lo que inexorablemente condujo a la última “catástrofe” Europea que fue la Segunda Guerra Mundial (Rousso, 2018). Este momento de violencia paroxística fue asumido de manera completamente diferente en las dos Europas. Por un lado, Europa occidental asumió los crímenes del nazismo y el Holocausto como un “mito fundante negativo” y la Shoah se transformó en el paradigma memorial. Por otro lado, Europa Central y Oriental se volcaron hacia las tragedias del comunismo, “considerado como el mal absoluto del siglo XX sistemáticamente comparado con el nazismo” (Groppo y Focardi, 2013, p. 14). La memoria de la Shoah tramitada en Europa Occidental como memoria ejemplarizante es asumida en Europa Oriental como una memoria incómoda y en disputa, llegando a competir, incluso, con sus propias desgracias. Poniendo en escena dos elementos: primero, como afirma Bruno Groppo (2013), una paradoja geográfica, en tanto que el extermino de los judíos tuvo lugar, precisamente, en Europa del Este, ejecutado por los alemanes y “gracias a la voluntariosa colaboración y decida connivencia de las autoridades y de sectores de la sociedad civil” (p. 13). El segundo elemento es el de la relativización de los crímenes, poniendo en primer orden los del comunismo y minimizando los del nazismo y de los regímenes fascistas cómplices. En este sentido las “víctimas de la Shoah, por lo demás, como en cantidad de otros países, son consideradas lisa y llanamente como víctimas de guerra” (Robin, 2012, p. 142) y no raciales como en Europa Occidental.3 En esta línea, la Segunda Guerra Mundial es asumida como un acontecimiento devastador y trágico de la humanidad en “donde los judíos no tienen el monopolio del sufrimiento o de la persecución” (Robin, 2012, p. 142).

En este orden de ideas, dentro de este marco de victimismo comparativo la mayoría de los países de Europa del Este reconocieron, no con mucho agrado, su responsabilidad en el genocidio judío, quizá más como un tiquete de entrada a la Unión Europea que como una convicción fruto de una reflexión sobre un pasado complejo (Judt, 2012). Lo que no significa que el haber asumido éstos crímenes haya eliminado las contradicciones internas en cada uno de estos países.

Por ejemplo, para el caso de Europa oriental la caída del muro conllevó a dos derivas: por un lado, a la rehabilitación de diferentes cánones y personajes con peligrosas consecuencias. “Entre los héroes de la lucha nacional anticomunista se cuentan a los partidarios del nazismo responsables de las persecuciones judías, como el mariscal Antonescu en Rumania o los jóvenes ‘patriotas’ estones, letones y lituanos que se enrolaron en las Waffen-SS” (Groppo y Focardi, 2013, p. 14); también se revaloró en papel de Miklós Horthy en Hungría, de las Ustacha en Croacia, e incluso, la memoria zarista en Rusia, todo ello con el fin exacerbar un discurso identitario y nacionalista que remitía a una edad de oro anterior a 1945, en donde algunos de estos países experimentaron, por primera vez, procesos de independencia. En esta misma medida, la instrumentalización de estos nacionalismos, como de sus polémicos pasados, originó otros conflictos de gran envergadura, el más emblemático, el de los Balcanes, produciendo una cantidad significativa de víctimas y reactivando la ejecución del genocidio, nuevamente, en suelo europeo. La rehabilitación de héroes infaustos como la reactivación de discursos nacionalistas y xenofóbicos, muy actuales en Europa y en el mundo, son los que nos remiten a entender los sentidos de un pasado que no pasa.

Sobre este escenario, presentamos cuatro textos que analizan y reflexionan sobre las memorias de Europa central y del Este después del fin de la Guerra Fría. Cada uno de ellos pone en tensión, desde sus particulares miradas nacionales (URSS, Polonia, Croacia y Rusia), los recorridos de las memorias, con sus respectivas polémicas, disputas, silencios, legitimidades y fracturas. Cada uno de estos países desarrolla agendas y memorias nacionales peculiares, algunas en coincidencia con la ex Unión Soviética o en disputa con la Europa occidental.

Por ejemplo, las memorias del comunismo en Europa central y oriental están en el centro del artículo de Bruno Groppo, quien presenta un panorama general de las políticas de la memoria desarrolladas después del fin de los sistemas políticos comunistas. Diferentes de un país a otros, éstos siguen presentando, sin embargo, características comunes, que evocan, en ciertos aspectos, a las memorias elaboradas en muchos países europeos después de la Segunda Guerra Mundial. Se construye, como entonces, el mito de una sociedad víctima inocente, por un lado, y resistente, por el otro. El pasado comunista es visto enteramente en términos negativos, como un periodo de violencia y de terror, y el comunismo se encuentra, en cierto modo, externalizado, es decir presentado como un sistema político carente de raíces en la sociedad, impuesto desde el exterior y sostenido en el poder, exclusivamente, por la fuerza. La responsabilidad de todo es atribuida por completo a la Unión Soviética, así como en 1945 la Alemania nazi era, unánimemente, considerada la responsable exclusiva de todos los males de la guerra mundial recién terminada. Al mito de la víctima inocente se une el de una sociedad casi, totalmente, resistente, que desde el inicio luchó tenaz y heroicamente en contra del comunismo. En las interpretaciones del pasado que están en la base de las políticas de la memoria postcomunista no encuentran lugar aquellos aspectos que contradicen o no están plenamente conformes con la imagen que éstas intentan transmitir. Por ejemplo, el tema del consenso, más o menos amplio, de cual se beneficiaron los regímenes comunistas, es raramente evocado. Lo mismo sucede con otros temas embarazosos, como la participación de sectores de la población, en algunos países, en la persecución y exterminio de los judíos. En suma, las memorias públicas del comunismo son a menudo construidas sobre una distorsión de la realidad histórica.

El caso polaco, estudiado por Carla Tonini, es un ejemplo particularmente interesante de “transición negociada” del comunismo a la democracia. Tal transición fue posible gracias a la renuncia de considerar al pasado reciente como un terreno en disputa. Lidiar con el pasado comunista no fue, en 1989 ni en los años inmediatamente sucesivos, la preocupación principal de las nuevas élites políticas, ni de los polacos en general, precisamente porque la sociedad polaca había desarrollado un proceso de descomunización de larga data. Más tarde, bajo el impulso de sectores más conservadores, se desarrollaron varias iniciativas y políticas de la memoria destinadas a marcar una ruptura clara con el pasado comunista. El acento se puso sobre la representación de los polacos como víctimas y héroes de la lucha por la libertad: una figura, ahora clásica, y que a su vez el poder comunista utilizó a su manera. Se celebraron así eventos anteriormente ignorados como la insurrección de Varsovia de 1944, o figuras de mártires de la resistencia al comunismo, como el padre Popieluzko. Más que sobre la experiencia del comunismo, el debate público se focalizó, explica Tonini, “sobre las relaciones de los polacos, durante la Segunda Guerra Mundial y en la primera posguerra, con las minorías nacionales: los judíos, los alemanes y los ucranianos”.

El artículo MilaOrlić aborda el caso de Croacia, cuya la memoria ha sido profundamente remodelada por la disolución de Yugoslavia y por la experiencia de la guerra de 1991-1995 contra Serbia. En el proceso de construcción del nuevo Estado nacional, las políticas de la memoria desarrolladas en los años noventa por iniciativa, sobre todo del presidente Tuđman, buscaron construir una nueva identidad puramente croata refiriéndose, por un lado, a la experiencia del denominado “Estado Independiente Croata” de 1941-1945, es decir de la herencia Ustacha y, por el otro lado, buscando borrar el pasado yugoslavo. Apelando al concepto de repacificación nacional, convocando a los descendientes de los Ustacha y de los partisanos, las políticas de la memoria de los años noventa se fundaron, contemporánea y contradictoriamente, sobre dos entidades históricamente opuestas: el antifascismo y la experiencia Ustacha, creando con ello un cortocircuito en las memorias públicas. La referencia a la Segunda Guerra Mundial era permanente y la misma guerra de los años noventa fue vista como una prolongación de aquella experiencia. Después de la muerte de Tuđman (1999), se ha producido una reorientación de las políticas de la memoria en Croacia, con una progresiva toma de distancia con relación a la herencia Ustacha.

Finalmente, el artículo de Nikolay Koposov analiza específicamente un proyecto de ley sobre memoria, puesto en discusión por el Parlamento ruso en 2009. El proyecto se remonta al conflicto ruso-estonio de 2007 con motivo del traslado del monumento de bronce “al soldado desconocido soviético” del centro de Tallin a un cementerio militar: uno de los tantos conflictos de memoria abiertos en el curso de los últimos años entre Rusia y algunos de sus vecinos (Ucrania, Polonia, Países Bálticos). Rusia se ha mostrado particularmente sensible a cualquier crítica relativa al papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Después del fin de la URSS, la memoria de la guerra se ha transformado en el principal basamento de la identidad nacional rusa, la que a su vez sirve para eclipsar otra memoria: la del terror estalinista, con la que, ni los sucesivos gobiernos postsoviéticos ni la mayoría de la población han querido, hasta ahora, hacerse cargo. Otra de sus funciones consiste en el interés de convencer al pueblo ruso del papel positivo del Estado en la historia nacional, núcleo ideológico central el poder ruso actual. Si al inicio de los años noventa la concepción neoestalinista de la historia parecía por completo superada, posteriormente ha cobrado fuerza e incluso se ha asistido a una cierta rehabilitación del difunto dictador tanto como vencedor de la guerra mundial como modernizador de la sociedad rusa. El mito del pueblo inocente y heroico y la glorificación del Estado aparecen en el centro de las representaciones colectivas. En este contexto de avivamiento de un nacionalismo ruso es donde se ha situado éste proyecto de ley sobre la memoria, del cual Koposov describe sus itinerarios y conclusiones.

Referencias

Flier, P & Kahan, E. (2018). Los estudios de memoria y de la historia reciente: construcción de un campo, consolidación de una agenda y nuevos desafíos. En Águila, G; Luciani, L; Seminara, L y Viano, C (Eds.). La Historia Reciente en Argentina. Balances de una historiografía pionera en América Latina. Buenos Aires: Imago Mundi.

Groppo, B & Focardi, F (2013). L’Europa e le suememorie. Politiche e culture del ricordo dopo il 1989. Roma: Viella.

Huyssen, A. (2000). Medios, política y memoria. Revista Puentes, 1 (2), 12-29.

Huyssen, A. (2002). En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. México: FCE.

Judt, T. (2012). Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Taurus: Ebook.

Robin, R. (2012). La Memoria Saturada. Buenos Aires: Waldhuter Editores.

Rousso, H. (2015). Hacia una globalización de la memoria. Nuevo Mundo. Recuperado de: http://journals.openedition.org/nuevomundo/68429 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.68429

Rousso, H. (2018). La última catástrofe. La historia, el presente, lo contemporáneo. Santiago de Chile: Universitaria-Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.

Traverso, E. (2007). El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política. Madrid: Marcial Pons.

Traverso, E. (2018). Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria. Buenos Aires: FCE.

Traverso, E. (2012). La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX. Buenos Aires: FCE

Notas

1 Agradecemos profundamente a nuestro colega y amigo Bruno Groppo por el acceso a esta obra en idioma italiano, el permiso otorgado para su traducción y edición en idioma español, como su papel de interlocutor con los autores de los capítulos considerados para este dossier.
2 Lo que no quiere decir que se desconozcan los procesos políticos y memoriales que antecedieron a la reflexión historiográfica. En tanto que la última dictadura militar constituye el acontecimiento traumático, del cual se desprendieron los trabajos memoriales en la década del 2000 con un componente específico desde la mirada académica.
3 Según el análisis de Régine Robin (2012) sobre el caso húngaro cita “la equivalencia establecida entre el martirio de los soldados que murieron como héroes por la nación, el de los civiles cristianos que murieron como secuela de las hostilidades, y la masacre de los judíos, sin distinción de edad o de sexo, está dictada claramente por una motivación política. Este procedimiento permite a los purificadores históricos demostrar que el conjunto de las pérdida militares y civiles padecidos por la población cristiana superaba de lejos la de los judíos durante la Shoah” (p. 42)

Recepción: 30 noviembre 2018

Aprobación: 10 diciembre 2018

Publicación: 04 enero 2019

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